martes, 12 de febrero de 2013

Nieve, lluvia, sol y nubes, muchas nubes.

Hello people!!

Si, vuelvo a ser yo, se que os debo un montón de entradas, y todo ese rollo y que si no fuese por mi madre seguiríais esperando un poco más. Estando aquí es difícil intentar recordar todo lo vivido allí en Oslo, y es quizás por eso el por qué intento no ponerme a escribir para recordar. Porque si, como dicen muchos que han vuelto de Erasmus, se echa de menos, lo echas en falta, no sabes bien, bien el qué, pero echas de menos todo lo que conllevaba el Erasmus en si.

Y después de mi patatera excusa, aquí vengo con una de las entradas empezadas y no concluidas, la verdad es que es un poco estúpido que la escriba ahora cuando ha pasado tanto tiempo pero lo prometido es deuda, así que allá que vamos. Esta entrada la tenía completamente escrita el día que cogimos el avión dirección a Tromsø, e iba a colgarla en el aeropuerto. Llevaba como unas dos o tres horas peleándome con la pantalla táctil del iTouch que amablemente me ha dejado mi hermano, y cuando le iba a dar a copy + paste (copiar + pegar)... ¡hecatombe! ¡Todo borrado! De la rabia que me entró desperté a Jordi de su sueñecito en el avión, pero ni rastro de todo lo que había escrito. Vamos, que me cabreé con el cacharro y no me volví a poner con la entrada -porque además también se tenía que leer y escribir-, hasta hoy, bueno, la empecé hace semanas y semanas, pero como también tenía la de Tromsø, y poco a poco se me iban apilando las entradas por hacer, pues como que no ha sido hasta este mismo momento, en el que puedo, por decirlo de alguna manera "respirar un poco" que no me he puesto a escribir esa semana que mi hermano y mi madre me visitaron a Oslo.

Es extraño como puedes llegar a echar de menos a alguien y con solo divisarlo por unos instantes al otro lado de la pantalla, que se solucione todo. Pero en ocasiones la necesidad de sentir a alguien conocido de toda la vida cerca, sobretodo cuando todos están recibiendo visitas, es mucho más fuerte. Es por eso, que la llegada de mi madre y mi hermano, fue, para mí, algo con lo que realmente estaba esperando encontrarme.

A unas tres semaas escasas de que empezaran los exámenes en tierras nórdicas, recibí una visita que llevaba tiempo deseando tener por allí. Si bien es cierto que desgraciadamente mis amigos no pudieron presentarse, que o hiciesen ellos dos me alegró mucho. ¿Pero qué suele pasar cuando llevas preparando y esperando algo durante mucho tiempo? No se vosotros, pero a mí me suelen salir las cosas al revés. Es un hecho, y a los hechos me baso. Porque la recogida perfecta en la estación de autobuses que tan bien planeada tenía, acabó en eso, un burdo plan que acabó conmigo corriendo por Oslo en busca de la estación de autobuses donde el flybussen dejaba a los pasajeros que venían desde el aeropuerto de Rygge. Un malentendido con el enano hizo que los pasara a buscar una media hora después de que ellos pisaran suelo osleniano (?). Bueno, pero quitando ese pequeño incidente todo fue muy bien, sobretodo el reencuentro, en el que sin poderlo evitar se me escaparon un par de lagrimillas. Si bien es cierto que ese día fue uno de los más fríos hasta el momento, también lo es que gracias al frío vieron en directo, y a la mañana siguiente, la segunda nevada de la temporada en Oslo ¡os quejaréis! :D Tuvisteis todo el tiempo posible que os podía proporcionar Oslo -que aunque abundó el día gris-, os proporcionó chubascos, nevadas e incluso resquicios de sol. Se puede decir que tuvisteis la suerte de poder disfrutar de todo el tiempo posible que podíais tener en Oslo. Bueno, quizás no de temperatura, pero mira, Oslo es frío y aunque cuando vinisteis hacía frío ¡¡ya os digo yo que no hacía tanto!!

La primera mañana fue extraña, tuvieron que visitar el Centro de Oslo solos porque yo tenía examen de Noruego -mejor no hablemos de esto-, les había nevado, así que hicieron una ruta por los diferentes lugares de interés del centro de la ciudad cuando los dejé delante del Ayuntamiento. Así que según me dijeron, visitaron las zonas más propensas a ser visitadas a pie y tras ver que el frío era demasiado regresaron a mi humilde pisito y cuando llegué, les prearé mi famosa lasaña y nos pusimos a ver una peli.

Holmenkollen, Oslo (fuente propia)
El día siguiente fue totalmente familiar, por suerte, después del jueves tenía algo así como el día libre, así que nos plantamos en el centro de Oslo, compramos los tickets para el bus turístico, y nos enseñaron toda Oslo. La verdad es que se agradeció mucho el hecho de ir a cubierto, porque ir en el autocar nos resguardó de ese frío insoportable que empezaba a reinar en la ciudad. Visitamos todo, absolutamente todo lo que en su día gratis ya visitamos en su día todos nosotros en "el día gratis" -explicado unas entradas antes-, solo que esta vez, pude disfrutar de la famosa pista de salto de Holmenkollen, estaba parcialmente nevada la zona, pero no lo que era la zona de salto. Aunque fue bonito, y tuvimos unas vistas muy chulas desde arriba -aunque no arriba, arriba, porque no nos daba tiempo de subir, estar un rato y bajar para coger el autocar, y pagar 100 coronas por cabeza para estar muy poco ratito arriba no sale a cuenta-. Tras la increíble ruta por Oslo y regreso en barco hacia el centro de la ciudad, los llevé a comer algo al Peppe's Pizza -ese momento en el que tu hermano flipa con la dimensión de una pizza, ESE MOMENTO-. Para después, por la tarde y tras no llegar al Munch -porque al parecer en el horario de otoño/invierno cerraban antes- ¡¡nos fuimos al ICEBAR de OSLO!! ¡¡¡Súper chulo!!! La verdad es que no le lo imaginaba para nada así, pero me encantó. Voy a ser sincera, me imaginaba un edificio de hielo en algún lugar de Oslo, pero no -tonta de mi también,podría haber leído algo, pero no, soy muy vaga, y cuando es para buscar información sobre sitios que voy a visitar me gusta que me sorprendan ·____· ¿rara yo? :D -, el Icebar está dentro de un edificio y tras colocarte una capa térmica al más puro estilo esquimal, te meten en una cámara frigorífica increíble, con todo el interior recubierto con predes de hielo mesas y sillas de hielo y te sirven la bebida ¡en vasos de hielo! Después salimos y nuevamente hacia mi pisito -qué extraño que me resulta ahora decirlo ;____; -, y a dormir por que al día siguiente...
Icebar, Oslo (fuente propia)

¡Drøbak! ¡Si, me volví a plantar en el bonito pueblecito noruego destinado a Santa Claus con mi madre y con mi hermano! ¿Diferencias desde la primera vez? ¡Un montón! Lo primero es que hacía mucho frío y en algunas zonas de las, en ese momento desiertas calles, de ese pueblecito tan entrañable, habían algunas que otras capas de hielo con las que era necesario andarse con cuidado si no queríamos acabar de bruces -o de culo- al suelo. Por suerte me he dado cuenta durante este viaje que parece que después de mi caída hace años esquiando ahora el hielo solo quiere darme sustos y aunque me deja continuamente desestabilizada no me he llegado a caer -a decir verdad, la única vez que me caí fue en Trolltunga, y fue en barro º______º-. Fue  un divertido y corto -todo hay que decirlo, porque el pueblecito es bonito, pero es pequeño y viéndolo bien, bien no tardas más de una hora en visitarlo- recorrido por el pueblo; la casa de los juguetes, correos, vamos, que tras ver eso y la maravillosa vista del fiordo que se ve desde el pequeño puerto nos volvimos y, esta vez si, fuimos al Munch Museet

Si bien es cierto que ya era la tercera vez que iba, tengo que decir también que con motivo de la nueva exposición, no se me hizo pesado -tampoco las dos anteriores, solo que siempre es mejor ver algo nuevo que no repetir algo-, aunque si debo de admitir que preferí la anterior exposición de pinturas más que la nueva. Pero claro está, que a gustos colores. Tras el recorrido del Munch, volvimos a casa y cenamos para luego ver un par de pelis, porque al día siguiente se tenía que madrugar para recoger las cosas y dejarlo todo preparado para acompañarlos a la estación de autobuses.

¿Sabéis qué? Creo que hasta que no ves la universidad por primera vez no te crees lo que ves en las fotos cuando las miras. Me pasó a mi, y les pasó a mi madre y a mi hermano cuando la última mañana de su pequeño viaje a Oslo les llevé a visitar la universidad. Incrédulos ellos que tras repetirles una y mil veces lo ya irrepetible no se creían que la universidad pareciera un centro comercial -aunque a decir verdad, y como dato extra, la universidad está dentro de un recinto que en su día estaba destinado a ser centro comercial-, quizás lo que más llame la atención sea la escalera mecánica en mitad de las cuatro zonas, o toda la infraestructura en general. Es tan moderna que la universidad de aquí parece verdaderamente algo del año de la piedra. Les gustó y la verdad es que, como todos los familiares hicieron en su día -si, se ve que los papás Erasmus tienen eso en común-, hicieron fotos a todo lo que pillaron mientras yo deseaba hacerme pequeñita, pequeñita, para que no se me viera, porque la verdad era que era un tanto extraño -aunque ahora me alegro de tener esas fotos, son divertidas, y para qué negarlo, me encantan-. 

Puedo decir que la despedida no fue amarga, fue triste, si, porque cuatro días en familia, pues hacen mucho, y quieras o no, después de vivir tanto y de estar esperando ese momento, que se vayan, así, tan de golpe, pues no es que se diga que sea alegre. Aunque me quedaba en Oslo, con las pilas renovadas, a las puertas de un viaje increíble en busca de las auroras boreales. A ellos los vería prontito, y era hora de acabar de disfrutar de las semanas que me quedaban en las tierras del norte.

Y bien, hasta aquí la aventura familiar por la preciosa ciudad de Oslo, dentro de nada, espero deleitaros con las aventuras de los Erasmus y la búsqueda -infructuosa- de las auroras boreales.

¡Nos leemos!
Roser

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